El Soñador por Pam Muñoz Ryan

Seguimos leyendo El Soñador escrito por Pam Muñoz Ryan.  Es un libro muy bonito y me encanta.  En la segunda y última parte (porque ya pronto regresamos a la escuela) Neftalí va a la playa.  El padre de Neftalí espera que ahí aprenda a nadar y se vuelva en un niño más sano, fuerte y enfocado.  Neftalí, por su puesto no cambia.

El encuentra una biblioteca y el encargado de la biblioteca le ofrece un lugar donde el puede escaparse de su padre y leer.  En esa cabaña Neftalí encuentra un par de cisnes.  Lo que ocurre entonces es un cuento lindísimo sobre la amistad y la lealtad a uno mismo.  Neftalí quiere que su papá apruebe de él así como es pero entiende que su padre no va a cambiar. 

Al llegar a ser un poco más grande Neftalí encuentra a alguien quien lo apoya...su tío le da trabajo como escritor para su periódico y lo alenta a convertirse en autor.  Lo triste es que el padre de Neftalí tiene otros planes para el y no aprueba ni de su trabajo ni de su esmero por la escritura.  Al final de todo, Neftalí decide seguir sus sueños y encuentra la manera de seguir con los planes de su papá y escribir.  Neftalí decide usar el nombre Pablo Neruda cuando escribe.

A mi me parece un cuento muy bonito porque Neftalí encuentra la manera de ser quien él desea ser pero al mismo tiempo me da tristeza que nunca pudo compartir ni sus sueños ni sus logros con su padre.  Parecía que Neftalí no podía compartir sus alegrías con su padre.  Si recuerdan, la vez que Neftalí, su hermana, tío y madre se pusieron a bailar todo cambió al llegar su papá.  Me parece triste que tal vez su padre nunca supo ni sintió orgullo de que su hijo llegó a ser uno de los poetas más celebrados de América del Sur.

Aquí les comparto otro poema de Pablo Neruda.  Este no es tanto poema como es Soneto.  Como tal, se titula Soneto LXXVI.

En este soneto, Pablo Neruda comparte con nosotros su admiración por el gran pintor Méxicano Diego Rivera.  Es un poema donde describe los colores usando la metáfora.  Por ejemplo: buscaba la esmeralda del bosque, o sea el verde.  ¿Ven?  Espero y lo disfruten.

SONETO LXXVI

Diego Rivera con la paciencia del oso
buscaba la esmeralda del bosque en la pintura
o el bermellón, la flor súbita de la sangre
recogía la luz del mundo en tu retrato.
Pintaba el imperioso traje de tu nariz,
la centella de tus pupilas desbocadas,
tus uñas que alimentan la envidia de la luna,
y en tu piel estival, tu boca de sandía.
Te puso dos cabezas de volcán encendidas
por fuego, por amor, por estirpe araucana,
y sobre los dos rostros dorados de la greda
te cubrió con el casco de un incendio bravío
y allí secretamente quedaron enredados
mis ojos en su torre total: tu cabellera.